Pecado

Pecado

Te nublare la vista, te haré perder el sentido y finalmente te extraviaras en un mar lleno de sirenas.  Todo eso y más te haré;  mientras tú, vociferarás miles de veces mi nombre y Tú aliento chocara en mi oído, me harás temblar y casi caer sobre ti y perder mi puesto arriba tuyo, en donde puede verte tan hermosa y tan perfecta, estando ahí, en esa posición, eres como tienes que ser, una criatura deseosa y entregada al vaivén de mis manos. Comenzaras a fundirte, buscando mi pecho,  en un abrazo casi mortal, me clavaras tus uñas en mi espalda, como si exigieras que yo acelere mi ritmo para congraciarte, llevarte al límite  y no regresarte por largo tiempo a la realidad. Dime, ahora que estás en la gloria, ¿el infierno existe? Por qué te llevo al cielo con doble pasaje uno de ida y otro de vuelta, no seré un ángel pero si el ser que más te conoce en la tierra.

Se que dentro de unos años esto lo veras como pecado, pero ahora mismo para ti mis besos y caricias son  tú salvación, y para mi, una condena irreversible, que viviría tomando como verdadero camino, aunque la condena me flagele el cuerpo.

Mis ojos no pueden verte directamente, la oscuridad del cuarto no me lo permite, pero escuchó tu voz que murmura palabras que no logro distinguir, no se  si son rezos o alabanzas a mi desempeño.

Tus cabellos descansan por toda la extensión de la almohada, y algunas veces los usas  como una pincel para provocarme cosquillas en mi abdomen y rostro.  Suspiro e intento que dejes de provocarme risas, para así colocarte en otra posición, para tu deleite lo aceptas y no pones ningún tipo de resistencia sólo te vas preparando, humedeciéndote  los labios y abriendo más las piernas, puedo notar tu nerviosismo al no poder esperar lo que vendrá. Eres insistente, y no quieres besos lentos sino que  terminas tomando mi rostro y lo guías con suavidad a donde tú deseas que yo bese, yo sólo atino a sonreír y cerrar los ojos para dedicarme a mi tarea. Mi lengua ha  provocado más y más suspiros que van altercándose con los gemidos.

Te llevare a un lugar que no sabrás como regresar por ti sola, y sólo yo te podré guiar de nuevo por el mismo camino. Sin embargo se que no será siempre así…

–           Mañana voy a casarme- dices sin preocuparte de mi reacción-

Esas cuatro palabras insignificantes me regresan a mi estado en donde mi razón gobierna mi corazón, mientras tú te vas despidiendo de mis caricias, de mis besos y de mis dulces palabras, que sólo salían a flote estando contigo.  Ahora mismo tú piensas: “que sólo fue un juego lo que sucede entre nosotras”. Pero, desearía objetar y decirte que  perdí siempre la razón cuando vos me gobernaste con tus rígidas normas, con tu forma de ser: cariñosa en la intimidad y toda una señorita de clase  fuera de la alcoba.

Termino soltándote, cuando llegas al éxtasis, reconozco cuando es el momento para dejarte respirar y cuando el de volver a la carga, pero sin embargo está vez se que no volveré a tocarte o hacerte mía nuevamente. Te acaricio por última vez, beso con dulzura la piel que no volveré a recorrer y soy detenida por una de tus manos que me aparta de tu cuerpo, negándome el contacto que tanto necesito para vivir en estos momentos de letanía.

–           No me dejes marcas… – exiges-

Abro los ojos a la par y retiro mi cuerpo, todavía vestido, para sentarme en el otro costado de la cama. Siento como te mueves hacía mi y me abrazas, una de tus manos comienza a ejercer presión en uno de mis pezones, me besas en mi cuello y yo intento no derramar ninguna lágrima, tú sonríes y comienzas a hablar sobre los detalles de la boda y mi mente no termina de entender el porque había sido elegido como tu  dama de honor. Me narras los detalles, es la fiesta que tanto deseaste me repites tantas veces, para que yo también sea parte de todo, te la imaginas, es todo perfecto a través de sus ojos, pero ¿por qué no puedo yo imaginarlo?

Tus manos recorren mi cuerpo con soltura, como sí se tratara de un juego de niños, estas  me pellizcan en algunos lugares y luego sonríes al ver la reacción de mi cuerpo, me vas empujando a la cama y me despojas de mi ropa con rapidez. Ella me besa, me muerde y luego hace lo que desea… no puedo decirle que no, ya mi cuerpo no es mió sino de ella.

–           Es mi última noche de soltera

Me repites como si fuera una declaración de inculpabilidad por todo lo que me estaba haciendo. Era ese el motivo por el qué se despedía de mi de está forma. Cerré los ojos  ya no me importaba.

Ahora mientras ella se va vistiendo yo me hago la dormida, me dejas una nota diciendo que me esperaba, lo malo es que está vez, en lugar de un beso de despedida había dejado el dinero que necesitaba para irme del pueblo.

A través del espejo del baño, fui  encontrando los rastros que me habías dejado y los que no podía ver, estaban dentro de mí, mi espalda había sido tatuada por sus uñas, hasta el punto de sangrar un poco, y mi cuerpo tendrá memorizado el contacto de ella, por siempre.

Ella sabía desde el principio, que yo no iba a ir a la ceremonia… recibió de parte mía como regalo de bodas un nota escrita diciendo “Espero que seas feliz” y dentro del sobre todo el dinero que me había dejado.

Salí de la ciudad dejando mis cosas en una casa de empeños que me dio lo necesario para escaparme de todo, pero mi cuerpo sigue gritando el nombre de ella y lo seguirá haciendo…

está historia ni siquiera se cuando la escribí y como…. mmm debe de haber sido una noche que las musas me agarraron y me hicieron escribir sin sentido.

Tiene final triste….

Entropia (RJM)

Esta entrada fue publicada en historias cortas. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario